Para bien o para mal cada uno de nosotros es único.
Con nuestras virtudes y defectos, nuestro carácter, educación, formación,
amistades, etc. Desde mi punto de vista ese debe de ser nuestro gran valor.
Jamás hay que imitar. Coger ideas, si. Fijarnos en las cosas buenas que hacen
los grandes y adaptarlas a nuestro estilo, si. Pero copiar, nunca. Todos
conocemos, cerca de nosotros, al típico graciosillo que imita a Chiquito, o al
de Martes y 13, o a cualquier famoso de la tele. Y simplemente es eso, una
persona que imita.
El gran problema de los imitadores es que nunca
serán ellos mismos, serán sólo malas copias de un original. Interpretan un
personaje que no es el suyo, que además tiene fecha de caducidad, y muy
difícilmente van a poder recuperar su identidad.
A lo largo de mi vida profesional he conocido
bastantes compañeros que imitaban. Lo digo rotundamente, nunca llegaron a nada.
Hace unos días viajando por Andalucía (no daré más detalles) escuché a una
chica que era una copia de Gemma Nierga. La copia era tan descarada que incluso
copiaba sus dejes catalanes. Por un momento la imaginé adaptándose a una
transmisión en situaciones extremas: en una manifestación muy ruidosa, en un
concierto de rock,… ¿Lo haría igual? ¿Seguiría imitando?.
Si tenemos claro que, como comunicadores, tenemos
que ser nosotros mismos, nos será muchísimo más fácil adaptarnos a cada
situación e imprimirle a nuestro mensaje el sentimiento que queramos. Y además,
llevará nuestro sello personal.
Y si los otros quieren,... ¡Qué nos imiten!
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