Recuerdo que cuando llegué a Madrid a trabajar, en la desaparecida Radio Minuto, las primeras palabras que me dirigió el director de la emisora fueron “¿Y a ti no se te notará el acento andaluz no?” Mi respuesta fue inmediata y tajante: “Por supuesto que no”, le dije. Cualquier otra respuesta me hubiese devuelto a mi tierra. Era el año 1986 y, afortunadamente, las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Antiguamente los locutores tenían prohibido dejar notar su acento en antena. Podías tener un pronunciadísimo acento catalán, gallego o andaluz, pero cuando abrían el micro desaparecía por arte de magia y se convertía en absolutamente neutro. Pero no sólo los locutores, cualquier persona que hablaba en público, utilizaba el acento neutro como condición obligatoria.
Aún en la década de los ochenta era normal escuchar a un locutor, por ejemplo de una emisora de Granada, hablar con un correcto acento neutro en antena y cuando cerraban el micro se dirigía a sus compañeros de esta guisa: ¿”Niño, noh vamo a tomá unah cañita an ca Curro”?
Los locutores desarrollaban una extraña habilidad para hacer desaparecer su acento en antena y recuperarlo en su vida fuera del micro. Aún en esa época era impensable escuchar a un locutor con acento andaluz hablando por una emisión nacional. Lo sorprendente es que tampoco en Andalucía se escuchaban locutores con acento local. Conclusión: para ser locutor había que hablar sin acento porque así se había acostumbrado a la audiencia.
Con la llegada de las emisoras autonómicas y, posteriormente de las municipales, todo empezó a cambiar. Los gobiernos regionales empezaron a potenciar el uso de las lenguas de cada zona y a recuperar el acento propio en antena. Comenzó a emitirse en gallego, catalán, valenciano y euskera y empezaron a sonar los diversos acentos en las emisoras de Andalucía, Asturias, Cantabria y de otras regiones. Costó lo suyo. Incluso recuerdo el caso paradójico de Canal Sur donde había locutores que procedían de la “escuela del acento neutro” que obligados a hablar con acento andaluz en antena, al no estar acostumbrados, usaban un acento inventado y artificial para hablar por el micro.
Hoy estamos acostumbrados a escuchar a cualquier persona que habla en público (político, orador, locutor, tertulianos, etc.) mostrar su acento sin temor a la reacción negativa de la audiencia.
Ya no nos sorprende que el conductor de un programa nacional con acento catalán, dé paso a un compañero en la unidad móvil con acento canario y hable con tertulianos con acento gallego. E incluso lo normal es escuchar en las emisoras locales los acentos autóctonos mezclados con acentos neutros.
Si en este blog dejo claro que defiendo la naturalidad, el “ser uno mismo”, no puedo estar en contra del acento ante el micrófono. Pero defiendo la naturalidad al igual que la corrección. El locutor debe expresarse respetando las normas lingüísticas independientemente de su procedencia.
Escuché hace unos años en Cádiz (Ciudad que adoro y a la que voy cada vez que puedo) a unos niños en el Barrio de La Caleta decir lo siguiente: ¡¡“Quiyoooo, se venéi a se quedéi”!!. La “traducción” sería: “Quiyos”, os venís u os quedáis. Defiendo en la locución profesional la entonación, la “melodía” autóctona que conlleva un acento, pero estoy en contra de camuflar errores gramaticales como “características de un acento”: Si un participio acaba en “ado” o en “ido” se debe de pronunciar como “ado” o “ido” y nunca “ao” o “io”. Si una palabra está en plural, se debe de pronunciar la “s” final, Si una frase incluye un verbo en pretérito pluscuamperfecto (ej.: hubiera leído), nunca lo podemos sustituir por el condicional (habría leído) o viceversa, etc.
Pero, a pesar de todo, las cosas no están tan claras:
¿Cuál es el acento idóneo para un comunicador audiovisual?
En la comunicación oral no leída, creo que debe de ser suave. Que se aprecie en la musicalidad de tu entonación tu procedencia pero respetando las normas lingüísticas del idioma. Pero si en la locución no leída a veces resulta inevitable algún deje autóctono, en la lectura el acento debe de ser prácticamente neutro, puesto que nuestra obligación es pronunciar correctamente las palabras, cada uno de los fonemas de un texto.
En un mundo cada vez más globalizado los medios de comunicación, por medio de internet, llegan a todos los rincones del globo y cuentan con oyentes de múltiples procedencias. Usar un acento cerrado, puede dificultar la recepción clara de un mensaje. Cuanto más amplia sea tu audiencia, más suave debe de ser el acento.
¿Tener un marcado acento, limita al comunicador?
Va a depender del tipo de trabajo que desempeñes, pero si pretendes trabajar fuera de tu región deberías desarrollar tu capacidad de comunicarte con acento neutro. Por ejemplo: La locución publicitaria, en la mayoría de los casos no entiende de acentos o es impensable un actor de doblaje con un acento regional.
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