En cualquier texto nos podemos encontrar palabras que nos pueden plantear problemas a la hora de pronunciarlas. Por ejemplo Hierosolimitano. ¿Cómo “hacerles frente”?
Si conseguimos superar ese orgullo que nos animaría a leerlas con velocidad para demostrar lo buenos que somos y que en la mayoría de los casos nos hará pasar por un ridículo del que somos los únicos responsables, deberíamos repasar LAS RECOMENDACIONES PREVIAS I, II y III expuestas en este mismo blog.
Si hemos leído previamente el texto al que nos vamos a enfrentar, habremos localizado la palabra de difícil pronunciación. Si hemos hecho caso a los consejos, habremos indagado hasta saber qué significa y la habremos leído en voz alta hasta familiarizarnos con ella. Es decir, habremos reducido al mínimo, los riesgos a equivocarnos.
Pero si aún tienes dudas, la forma más segura y eficaz de leer una palabra de especial dificultad es con toda la lentitud que consideres necesaria. Independientemente de la velocidad que le estés imprimiendo a tu lectura, cuando llegues a la palabreja en cuestión, frénate y léela despacio, todo lo despacio que necesites para no equivocarte (eje.: hi - e - ro - so - li - mi – ta – no).
Esto no es sólo para evitar tu error. Recuerda lo que he comentado en otras ocasiones: Como comunicador tu función es la de transmitir un mensaje con la máxima claridad posible para que el receptor lo entienda con total facilidad. El oyente agradecerá que le silabees una palabra o que se la digas muy lentamente porque así, la entenderá sin dificultad. Por el contrario si eres capaz de leerla con velocidad, es probable que “hayas superado la prueba de lectura” pero seguramente el oyente no habrá tenido tiempo de asimilar una palabra con la que no está familiarizado y no la habrá entendido. Resumiendo, te podrás sentir muy orgulloso de tu velocidad lectora pero habrás fracasado como comunicador porque el oyente no te habrá entendido.
Pero si a pesar de estos consejos, en alguna ocasión se te atraviesa una palabra (Ejemplo: Hieroseli, esto… Hierolisi…, quiero decir heriosolimi… ¡¡Socorroooo!!). Ten calma. El oyente en estos casos es muy comprensivo y se pone en tu lugar. Frena, coge aire y lee la palabra sílaba a sílaba (Ej.: Hi-e-ro-so-li-mi-ta-no), haz incluso algún comentario del tipo “vaya palabrita”. Habrás conseguido la comprensión y la complicidad del oyente.
Por último, todo esto me ha hecho recordar que en una Consejería de Educación de una comunidad autónoma, presentan como algo prioritario el fomento de la velocidad en la lectura de los niños escolarizados. Hacen campañas y premian a los más veloces.
Esto me hace plantearme varias cuestiones:
¿Para qué narices le sirve a un niño leer con rapidez?
¿Alguien le ha preguntado al niño si se ha enterado de lo que dice?
¿El Consejero en cuestión tiene algún trauma infantil que quiere superar con esto?
Echadle un vistazo al apartado de ejercicios. Os he dejado un listado de palabras difíciles para que practiquéis (Ejercicio 5)
Si conseguimos superar ese orgullo que nos animaría a leerlas con velocidad para demostrar lo buenos que somos y que en la mayoría de los casos nos hará pasar por un ridículo del que somos los únicos responsables, deberíamos repasar LAS RECOMENDACIONES PREVIAS I, II y III expuestas en este mismo blog.
Si hemos leído previamente el texto al que nos vamos a enfrentar, habremos localizado la palabra de difícil pronunciación. Si hemos hecho caso a los consejos, habremos indagado hasta saber qué significa y la habremos leído en voz alta hasta familiarizarnos con ella. Es decir, habremos reducido al mínimo, los riesgos a equivocarnos.
Pero si aún tienes dudas, la forma más segura y eficaz de leer una palabra de especial dificultad es con toda la lentitud que consideres necesaria. Independientemente de la velocidad que le estés imprimiendo a tu lectura, cuando llegues a la palabreja en cuestión, frénate y léela despacio, todo lo despacio que necesites para no equivocarte (eje.: hi - e - ro - so - li - mi – ta – no).
Esto no es sólo para evitar tu error. Recuerda lo que he comentado en otras ocasiones: Como comunicador tu función es la de transmitir un mensaje con la máxima claridad posible para que el receptor lo entienda con total facilidad. El oyente agradecerá que le silabees una palabra o que se la digas muy lentamente porque así, la entenderá sin dificultad. Por el contrario si eres capaz de leerla con velocidad, es probable que “hayas superado la prueba de lectura” pero seguramente el oyente no habrá tenido tiempo de asimilar una palabra con la que no está familiarizado y no la habrá entendido. Resumiendo, te podrás sentir muy orgulloso de tu velocidad lectora pero habrás fracasado como comunicador porque el oyente no te habrá entendido.
Pero si a pesar de estos consejos, en alguna ocasión se te atraviesa una palabra (Ejemplo: Hieroseli, esto… Hierolisi…, quiero decir heriosolimi… ¡¡Socorroooo!!). Ten calma. El oyente en estos casos es muy comprensivo y se pone en tu lugar. Frena, coge aire y lee la palabra sílaba a sílaba (Ej.: Hi-e-ro-so-li-mi-ta-no), haz incluso algún comentario del tipo “vaya palabrita”. Habrás conseguido la comprensión y la complicidad del oyente.
Por último, todo esto me ha hecho recordar que en una Consejería de Educación de una comunidad autónoma, presentan como algo prioritario el fomento de la velocidad en la lectura de los niños escolarizados. Hacen campañas y premian a los más veloces.
Esto me hace plantearme varias cuestiones:
¿Para qué narices le sirve a un niño leer con rapidez?
¿Alguien le ha preguntado al niño si se ha enterado de lo que dice?
¿El Consejero en cuestión tiene algún trauma infantil que quiere superar con esto?
Echadle un vistazo al apartado de ejercicios. Os he dejado un listado de palabras difíciles para que practiquéis (Ejercicio 5)
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