SI tengo que elegir un enemigo contra la evolución profesional del
locutor, sin duda me quedo con
la influencia del entorno. Y me voy
a referir sólo al mundo de la locución o al de los profesionales que hablan
ante un público porque es el campo que conozco, aunque podría ampliarlo a otras
profesiones artísticas: cantantes, actores, etc.
A quién no le gusta que tras terminar un trabajo le digan un
“¡Qué bien lo haces!” un “¡Qué bueno eres!” o un “¡Te ha salido genial!”…
Querido amigo, aterriza. Si todos esos “bienes, buenos o
geniales” fuesen ciertos, te saldrían los trabajos y el dinero por las orejas y
me temo que no es tu caso… ni el mío.
(Si puedes ampliar la foto, no te pierdas los comentarios)
O cuando una amiga cambia la foto de su perfil por una en la que, a todas luces, sale de un
horroroso que da repelús verla y los comentarios son del tipo: ¡Qué guapa
estás! ¡Esta foto me gusta más que la anterior! ¡Cómo has mejorado! ¡Estás
monísima!... Monísima pero para meterla con los chimpancés en una jaula.
En los años que dirigí un estudio de grabación fueron muchas
las ocasiones en que chicos/as jóvenes, animado/as por el boom de Operación
Triunfo o similares, venían al estudio para grabar una maqueta con la intención
de enviarlas al programa o para mandarla a un productor que les había prometido
la gloria. Solían venir acompañados por la madre o el padre y por la novia o el
novio y en ocasiones por algún hermano o hermana. Este entorno les hablaba de
fama, de qué peinado les iban a hacer o qué ropa se iban a poner para el cásting, de lo lejos que iba a
llegar, de las vueltas que le daban a Bisbal o a Chenoa, etc.
Ahora que ha pasado el tiempo, y esperando que ninguno se dé
por aludido, puedo decir abiertamente que, casi todos,… cantaban como perros.
Mientras grabábamos una toma, la gente que les acompañaba no
paraba de repetir “Qué buena voz tiene!, ¡qué bien canta!, ¡qué bien se mueve!,
¡Qué guapo/a es!”… Después de grabar una toma “penosa” y soportar los “¡bravo!,
¡qué bien! o ¡inmejorable!” de su gente, intentábamos de todas las formas y
maneras, a veces con delicadeza y otras directamente, que se dieran cuenta de todas
las veces que habían desafinado. Imposible: el 99 % no detectaba ningún
desafine respaldados por sus incondicionales padres, parejas o hermanos que además
creían que les intentábamos engañar. En alguna ocasión nos llegaron a amenazar
por si traficábamos con la grabación… ¿?
Mucha gente cuelga cosas en las redes sociales esperando al
comentario adulador, el piropo, el halago. Parece como si necesitáramos
alimento para engordar nuestro ego. Y no me parece mal siempre y cuando el
impacto que te produzca no pase de ahí. SI después de publicar una grabación
tuya o de ponérsela a u novia/o, o a tus padres, sólo recibes halagos…
…déjalo pasar, cuenta hasta diez, piensa en otra cosa o si
no, escucha la grabación y busca los errores que seguro que los habrá. Pero por
encima de todo, NO TE LO CREAS.
La crítica más acertada que te pueden hacer sobre un trabajo
tuyo no la vas a encontrar en ninguna red social, el consejo sobre cómo
mejorar, o el análisis real de cómo lo haces ante el micro no va a venir de tu
novia/o, o de tus padres o de tus amigos. Primero porque en la mayoría de los
casos no tienen criterio suficiente para juzgarte (no es su obligación) y
segundo porque les es imposible ser ecuánimes. ¡Ojo! Hay contadas excepciones y en ese caso son las mejores opiniones que te pueden llegar.
¿Qué podemos hacer?
Lo ideal sería tener total confianza con un compañero/a de
profesión a quien poder hablar con franqueza y honestidad exigiéndole que el/la
lo haga contigo. Una persona con la que no exista rivalidad, sólo (y es
muchísimo) apoyo y colaboración mutua. Una persona que conociendo tu profesión
te diga cuándo lo haces bien o mal, en qué has fallado o en qué has estado
brillante. Así tendrías la visión profesional de tu trabajo y saldríais
beneficiados los dos. Creceréis juntos.
Si además encuentras cerca de ti a alguien que pueda darte
la opinión justa desde el lado del oyente/espectador, sería el complemento
ideal. Una persona de tu entorno más cercano (familiar o amiga) pero que
conozcas lo suficiente como para saber que no te va a adular y que será capaz
de valorar si lo que haces está bien o mal y que tendrá el valor de decírtelo.
Es muy importante
saber de quien proceden las opiniones para tenerlas en cuenta o no.
Pero por encima de todas, está tu propia opinión. La mejor
ayuda a tu trabajo es la autocrítica bien entendida. Tú debes de ser la primera
persona que valore tu trabajo. No puedes dar por terminado una grabación
mientras no te convenza primero a ti. Tienes que escucharte como si fueses otra
persona, analizando la entonación, el ritmo, la velocidad, las pausas, el montaje si lo hay, etc. Y
si tienes dudas, recurre sólo a alguien en quien confíes y sepas que te va a decir la
verdad.
Desgraciadamente (para ellos/as) en esta profesión hay
muchas personas que se creen que lo hacen bien cuando la realidad es bien
distinta. En la mayoría de los casos, la culpa es del entorno.