Acabo de descubrir una nueva utilidad de Google: Darme motivos
para practicar la lectura en voz alta. Hoy el famoso buscador nos recuerda que
se celebra el 146 aniversario del nacimiento del escritor nicaragüense RubénDarío y he creído que era un excelente pretexto para leer un relato corto. En
concreto este minicuento: “Aguardiente”
¿Te animas?
Esta es mi versión: Aguafuerte
Y este el texto por si quieres practicar:
Aguafuerte [Minicuento. Texto completo.] Rubén Darío
De una casa cercana salía un
ruido metálico y acompasado. En un recinto estrecho, entre paredes llenas de
hollín, negras, muy negras, trabajaban unos hombres en la forja. Uno movía el
fuelle que resoplaba, haciendo crepitar el carbón, lanzando torbellinos de
chispas y llamas como lenguas pálidas, áureas, azulejas, resplandecientes. Al
brillo del fuego en que se enrojecían largas barras de hierro, se miraban los
rostros de los obreros con un reflejo trémulo. Tres yunques ensamblados en
toscas armazones resistían el batir de los machos que aplastaban el metal
candente, haciendo saltar una lluvia enrojecida. Los forjadores vestían camisas
de lana de cuellos abiertos y largos delantales de cuero. Acanzábaseles a ver
el pescuezo gordo y el principio del pecho velludo, y salían de las mangas
holgadas los brazos gigantescos, donde, como en los de Anteo, parecían los
músculos redondas piedras de las que deslavan y pulen los torrentes. En aquella
negrura de caverna, al resplandor de las llamaradas, tenían tallas de cíclopes.
A un lado, una ventanilla dejaba pasar apenas un haz de rayos de sol. A la
entrada de la forja, como en un marco oscuro, una muchacha blanca comía uvas. Y
sobre aquel fondo de hollín y de carbón, sus hombros delicados y tersos que
estaban desnudos hacían resaltar su bello color de lis, con un casi
imperceptible tono dorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario