(Actualización del artículo "Rechaza imitaciones" publicado el 11 de enero de 2012)
Para bien o para mal cada uno de nosotros es único. Con
nuestras virtudes y defectos, nuestro carácter, educación, formación, experiencia,
amistades, etc. Nadie será nunca exactamente igual que nosotros mismos y desde
mi punto de vista ese debe de ser nuestro gran valor. Por eso lo ideal es mejorar nuestra mejor versión, sacar el mayor
partido a nuestra “exclusiva materia prima” y nunca, jamás, imitar a nadie.
Coger ideas, SI. Fijarnos en las cosas buenas que hacen los profesionales
consagrados y adaptarlas a nuestro estilo, SI, pero copiar, NUNCA.
Todos conocemos, cerca de nosotros, al típico graciosillo
que imita a algún personaje de la
televisión o al cómico de moda o, peor aún, al que ya está pasado de moda. Y
simplemente es eso,… una persona que imita.
El gran problema de los imitadores es que nunca serán ellos
mismos, serán sólo malas copias de un original. Interpretan un personaje que no
es el suyo y que además tiene fecha de caducidad. Y peor aún, el imitador
difícilmente podrá recuperar su propia identidad.
A lo largo de mi vida profesional he conocido bastantes
compañeros que imitaban. Lo digo rotundamente, nunca llegaron a nada. Desde hace algún tiempo escucho por
Andalucía (no daré más detalles) a una chica que es una copia de Gemma Nierga
(conductora del “Hoy por Hoy” de la Cadena SER). La copia es tan descarada que
incluso imita sus dejes catalanes. Me la imagino adaptándose a una transmisión
en situaciones extremas: en una manifestación muy ruidosa, en un concierto de
rock,… ¿Lo haría igual? ¿Seguiría imitando?
En este ejemplo la protagonista imita a una profesional con
nombre y apellidos pero también están los/las que falsean su voz engolándola o
atiplándola para que, según ellos/as suene mejor. Siempre vivirán con el
hándicap de “tener que disfrazarse” para dirigirse a un público.
¡Qué manía con complicarnos la vida! Si lo más sencillo es
ser nosotros mismos. Se nos ha proporcionado una voz, un cuerpo y una inteligencia
suficientes como para comunicarnos satisfactoriamente con los demás. Pues
sencillamente procuremos usar la mejor versión de nosotros mismos para hacerlo
sin necesidad de copiar a otros.
Y puestos a copiar, imitemos la capacidad de los profesionales
consagrados de ser ellos mismos.
Si tenemos claro que, como comunicadores, tenemos que ser
nosotros mismos, nos será muchísimo más fácil adaptarnos a cada situación e
imprimirle a nuestro mensaje el sentimiento y la actitud que queramos. Y
además, llevará nuestro sello personal.
Y si los otros si quieren,... ¡Qué nos imiten!