(Revisión del artículo "Los diminutivos" publicado el 14 de abril de 2012)
Todo lo que voy a escribir aquí es subjetivo, y no intento molestar ni ofender a nadie, pero me veo en la obligación moral de hacerlo como locutor y oyente. Sé que no hay ley alguna que prohíba el uso de los diminutivos en los medios de comunicación como no la hay que obligue a usarlos constantemente. Par mí el uso excesivo del diminutivo es directamente proporcional al nivel de ridículo que hace el que los utiliza (lo siento).
Todo lo que voy a escribir aquí es subjetivo, y no intento molestar ni ofender a nadie, pero me veo en la obligación moral de hacerlo como locutor y oyente. Sé que no hay ley alguna que prohíba el uso de los diminutivos en los medios de comunicación como no la hay que obligue a usarlos constantemente. Par mí el uso excesivo del diminutivo es directamente proporcional al nivel de ridículo que hace el que los utiliza (lo siento).
Pero pongamos un ejemplo para verlo más claro. Un/a locutor/a se
dirige a su audiencia:
“Buenos días, ¡Qué mañana más soleada tenemos! ¿Qué tal gente? Luce
un sol radiante y el termómetro de nuestra ventana marca los veinte grados.
Para comenzar la jornada que os parece si escuchamos un canción de una chica
francesa que nos cuenta cosas interesantes sobre la vida de las tortugas en
cautiverio. Marta Marceau y su tema: “Mi tortuga Lulú”…
Es una forma más o menos tópica y que se podría escuchar,
cualquier mañana, en infinidad de emisoras.
Pero la cruda realidad es otra (póngase tono de terror para leer
este párrafo). En muchísimas emisoras el ejemplo anterior, se escucharía así:
“Buenos diítas, ¡Qué mañanita más soleadita tenemos! ¿Qué tal
gentecita? Luce un solecito radiante y el termómetrito de nuestra ventanita
marca los veinte graditos. Para comenzar la jornadita que os parece si
escuchamos un cancioncita de una chiquita francesa que nos cuenta cositas
interesantes sobre la vida de las tortuguitas en cautiverio. Martita Marceau y
su temita: ”Mi tortuguita Lulú”. ¡Ay, perdón!: “Mi tortuga Lulú”.
Ya sé que esto es como predicar en el desierto y que no cambiará
mientras no haya manifestaciones por las calles con pancartas del tipo: “Abajo
la reforma laboral y abajo los diminutivos en los medios” o “Cárcel para el que
diga dos diminutivos seguidos”, “Los diminutivos no nos representan”, " No
a la caza del elefante ni al exceso de diminutivos en la radio", etc…
Para buscar conclusiones a tan complicado asunto, analicemos el
caso en profundidad. Esta es la definición de diminutivo:
Los diminutivos son afijos derivativos que modifican el
significado de una palabra, generalmente un sustantivo, para dar un matiz de tamaño pequeño o de poca importancia, o bien como expresión de cariño o afecto.
En ocasiones pueden tener un sentido despectivo, según el contexto.
Si como comunicador mediático vamos a hablar sobre un tema
importante, no podemos decir (me guío por la definición anterior) que vamos a hablar sobre un temita importante, porque le estamos “dando un matiz de pequeño o de poca importancia”, entramos en una contradicción y
no creo que ese sea nuestro propósito. Vale, sirve para expresar cariño o
afecto pero los besos y los abrazos también son manifestaciones de cariño y no
estamos dando 20 besos y abrazos por minuto, salvo que hayamos intimado mucho y
no creo que sea el caso con varios miles de oyentes (¿Te imaginas… eh…, bueno,
dejémoslo).
Por otro lado, se supone que nuestra audiencia es heterogénea y
nos podemos encontrar gente que nos conoce y gente que no, gente joven o un
señor de 70 años y claro, a lo mejor no produce el mismo efecto un diminutivo
en un adolescente que en un señor entrado en años. Recuerda que ambos son igual
de importantes.
Pero mi reflexión va más allá ¿El uso excesivo de los diminutivos
mejora nuestra comunicación? ¿Hay algún estudio científico que lo acredite?
¿Ganamos más audiencia usándolos?¿Hay avalanchas de peticiones de los oyentes
que los demanden? ¿Nuestra vida carecería de sentido sin ellos?
Cuando leo que Paquirrín se ha vuelto “youtuber” o escucho a
Raphael haciendo versiones en inglés, me hago la misma pregunta ¿Por qué? ¿Qué
necesidad había?
Yo, a mi hija, le digo a veces “Cielito” y lo voy a seguir
haciendo, pero no estoy todo el día “Cielito, tomate la cenita, ponte el
pijamita, lávate los dientecitos y métete en la camita que te voy a contar un
cuentecito”. De hacerlo, a lo mejor la volvía tontita. Los logopedas recomiendan a los padres no decir palabras
en diminutivo como “regalito”, “neverita”, “zapatito” porque un niño con
problemas de lenguaje tiene dificultad para decodificar y al escuchar estas
palabras será mucho más difícil pronunciarlas.
En mi opinión el uso excesivo de diminutivos en el micrófono es
una moda que algún día pasará (o eso espero) y como tantos otros defectos de
los locutores nace de imitar a otros compañeros. Habrá alguien que al leer esto
dirá “pero es que yo en mi comunicación cotidiana los uso mucho”. Vale, pero su
uso excesivo no es correcto. Lee de nuevo la definición y analiza tu forma de
comunicar. Recuerda que el comunicador profesional debe exigirse hablar con
corrección. De acuerdo que yo defiendo la naturalidad pero si en el lenguaje
cotidiano cometemos errores, hemos de corregirlos si queremos dedicarnos a
esto.
Adiosito